jueves, 7 de julio de 2011

DESCANSO DOMINICAL


El domingo es mi día de la semana favorito. Es cuando más me regodeo en mi soledad y disfruto de los pequeños placeres que reservo para ese día. Despertar espontáneamente, tomar un libro de mi mesa de noche y leer hasta que el sueño me venza nuevamente; puedo pasar todo el domingo sin salir de la cama, alternando entre siestas y lecturas. Otro placer dominical es leer el periódico, compro varios y me acuesto a leerlos con detenimiento. Luego me explayo en mi cama king size con Mati mi perro echado a mis pies. Mientras hago zapping me siento feliz de no tener que ver el futbol o la fórmula 1. Cuando me da hambre siempre hay una “maruchan” a la mano.
Hay otros domingos sin embargo, en los que me asalta la “saudade”, cosa que normalmente coincide con el SPM (síndrome pre-menstrual) y fantaseo con tener un novio, amante, “peor es nada”, en fin, sin importar el título que le dé, alguien a quien llevarle el desayuno a la cama, acariciarle los pies con los míos, ir al cine tomados de la mano, hablar de la inmortalidad del cangrejo y de lo que haremos dentro de 20 años y todas esas cosas que hace la gente enamorada.
Cuando tengo las lagrimitas tipo Candy Candy y me lamento por esta película francesa que es mi vida, sin un amor apasionado, sin una ilusión romántica, sin alguien que ocupe mis pensamientos, vienen a mi mente las palabras de mi abuela que me decía “hija, ¡no hay como la libertad!”, entonces me enjugo las lágrimas y pienso en cuántos desearían mi quietud dominical. Porque vivir en pareja tiene su precio, y a veces pienso que para mí es demasiado alto. Que es mucho lo que voy a sacrificar por las supuestas ganancias que obtendré.
A estas alturas de mi vida no creo en “parejas perfectas” con historias de amor de cuento de hadas tipo Carlos y Diana…Todos conocemos el final de la historia ¿no? Como dice mi queridísima amiga MB “cuando el jardín del vecino es más verde…es porque es de plástico.”